lunes, 23 de julio de 2012

Encajar

Cuando dejamos atrás la infancia nos damos cuenta de que no somos el centro del mundo: en el colegio te azuzan a competir con tus compañeros de clase, cada uno empieza a desarrollar su personalidad, los padres dejan de verte como esa cosa mona para convertirte en un "monstruo que no hace caso", dejas atrás gente y  empiezas a darte cuenta de que no eres eterno ni invencible. No eres el mejor, no eres importante, no mereces ser querido simplemente por existir. Cuando somos niños nos sentíamos los mejores, los papis nos querían, confiábamos en que cualquier cosa que nos pasara sería resuelta por un adulto, jugabas con tus compañeros de clase y no tenías demasiados problemas.

En el momento no nos damos cuenta, pero la adolescencia es una etapa jodida. Lo es, porque además de que nuestro cuerpo está cambiando para convertirse en adulto, tu cerebro sigue teniendo esa doble dimensión. Los compañeros de clase se hacen crueles y afloran problemas sociales de todo tipo. Empezamos a sentir amor, odio, envidia, rabia, inferioridad, complejos, miedo. La situación en el colegio empieza a torcerse, aparecen los típicos problemas que vemos simplificados en las películas del típico instituto americano, y muchas veces no encontramos ningún apoyo. Acabas chocándote con una realidad que no te habían contado de pequeño, el bueno no gana normalmente, y parece que si actúas con un mínimo de decencia tus amigos escupen a tu paso.

Aquí empieza una etapa donde la personalidad se va definiendo, aparecen ante nuestros ojos un montón de caminos que podemos tomar o dejar correr. Empieza el contacto con las drogas, con el sexo opuesto, con un nivel de estudios más exigente. Empiezas a pensar sobre temas que nunca te habías planteado, tus padres ya no son aliados sino opositores, y los patrones de conducta que te han inculcado desde niño también modifican tu forma de actuar y pensar. Por ejemplo a mí me educaron en el "cállate, yo soy la autoridad", por lo que sin darme cuenta me he convertido en una personita que se cree inferior al resto y que no siempre sabe sacar el carácter. Está claro que no toda la culpa la tienen los padres, pero sí tienen una gran responsabilidad en el futuro de los hijos. Si no hubiera tenido una fortaleza moral muy fuerte, ahora podría ser drogadicta porque me junté con una panda de camellos. Eso también forma parte de mi personalidad. Así pues, por esa dualidad entre "la autoridad es otro y debo obedecer" y "eso no pienso hacerlo", me he convertido en una persona que suele rehuir los problemas y a la que le cuesta pegar un corte a tiempo o imponerse a los demás, pero que no sigue la corriente. Es más fácil recibir de mí una respuesta gallega (del tipo "sí pero no" o "depende") que una afirmación rotunda. 

Bueno, me desvío. 

En esta etapa intentamos suplir la brújula que antes eran nuestros padres por los amigos. El grupo cobra una importancia impresionante para la persona, y el miedo a la discriminación es brutal. A la vez se está configurando tu personalidad y ves que no encajas con todo el mundo. Se empiezan a formar grupos, y entre ellos rencillas y peleas, aversiones brutales que -alentadas por la inmadurez- pueden llegar a un acoso que acaba en la destrucción psicológica de una persona. Imaginad por un momento que las situaciones que vivimos en la adolescencia se trasladaran a tu grupo de trabajo actual... duro, muy duro. 

Ser distinto en este ambiente es duro, muy duro. Y es de ser muy valientes anclarse en los valores propios y no dejarse llevar por el resto. De adultos no somos conscientes de la cantidad de problemas y desajustes que tenemos en esta etapa, olvidamos el dolor y los golpes porque acabamos insensibilizados, acabamos aprendiendo por la fuerza que lo importante no es encajar. Muchos se pierden por el camino, tomando decisiones que destrozarán su futuro o a las personas que quieren... me refiero a las drogas, el uso de la violencia, la incultura, el fanatismo, etc. Es como que hay personas que se quedan atascadas en una adolescencia eterna y no saben salir. 

Yo siempre he sido la rara de mi clase, y he tenido bastantes problemas por ello. Nunca me he sentido como parte de un grupo, y pocas veces me siento valorada por los demás. Siento la gran necesidad de encontrar a esa persona que me acepte y me quiera por lo que soy, y que a mis ojos sea perfecta... quizá es porque al ser hija única muchas veces me siento sola y sin nadie con quien compartir mis inquietudes. Tengo una personalidad muy afianzada, soy fuerte y a la vez débil. Mi principal miedo es ser un lastre, ser inferior, no ser capaz de hacer lo que hace el resto. Quiero ser diferente y ser valorada por ello. Porque además soy cabezota, y orgullosa, y no estoy dispuesta a dar mi brazo a torcer... pero a la vez odio las discusiones y los malos modos, no tolero los gritos, y puedo llegar a tener alguna reacción violenta si se me calienta demasiado. 


No sé, la necesidad de encajar configura en gran modo tu personalidad en la edad adulta. ¿O no? ¿O es una reflexión estúpida?

2 comentarios:

  1. Mmmm, la necesidad de encajar es universal. De uno u otro modo todos la tenemos. Algunos no tienen ni puta idea de cómo encajar y se vuelven rebeldes como si no quisieran encajar. Otros no saben encajar. Otros más o menos lo van consiguiendo... Digamos que es el sentimiento de pertenencia a grupo a nivel macrosocial.
    El principal problema, Loba no tan feroz :) es esperar ser aceptado y esperar ser querido y esperar que nuestra valía sea reconocida. Tú puedes ser diferente y que yo te valore por ello pero... ¿y si nunca llegas a conocerme y durante un tiempo sólo te encuentras con gente a la que no le gusta la gente diferente? hay que tener criterio propio para aceptarse y tener paciencia y no ser exigente así, sin más con las relaciones interpersonales (tampoco digo que no tengamos ningún rasero).
    Tengo la impresión de que todas estas cosas pasan cuando se está fuera de lugar. Me refiero a que, bueno, cuando nuestros problemas de autoestima, que todos tenemos en mayor o menor medida, afloran, en parte es cosa nuestra y en parte es porque quizá no hemos dado con el entorno adecuado.
    Supongo que hay que tener un poco de perspectiva y aguantar el chaparrón cuando nos sintamos solos. Pero no se está siempre solo si uno pone de su parte...

    :)

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  2. La única forma de encajar en el entorno es encajar tus piezas primero. Sólo así sabrás cuál es tu lugar, y si no lo hay, crearlo. Hay más gente como tú, y al mismo tiempo, eres única.

    Los padres influyen, a veces en quién somos, y sobretodo, en quién queremos ser de verdad. Todavía estás a tiempo de ser quien quieres ser. Sólo lo aprenderás un poco más tarde. Pero tienes toda una vida para ello.

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