martes, 31 de enero de 2012

Hasta el kiwi

Estoy hasta el kiwi de la gente posesiva.
Y más cuando no les he dado razones para pensarse que soy de su propiedad. Que si ya me gustan poco estas cosas en pareja, y se me hacen cuesta arriba de soportar, imagina cuando es una persona que realmente ni te va ni te viene.


Cuando yo era un bebé rosa cándido y gorrrrdo que flotaba en el limbo con esos angelotes cursis de los cuadros, los dioses decidieron qué superpoderes dar a cada no-nato. Y yo, que estaría pensando en gatitos, o en mis rollos, o en pedos musicales, llegaría tarde. Y me quedó ese fantástico don que es atraer a perturbados y locos con un imán.


Famoso es el momento anecdótico en el que me dejé raptar por una desequilibrada mental, también aquél otro en el que un fugado de un psiquiátrico me preguntó si entraba en una farmacia a robarle medicinas (que se las había dejado, pobre), y también aquel vecino raro que me seguía por la calle. Pero si solo fueran estas nada-atemorizantes anécdotas, no importaría. Lo chungo es que parece que la mieeerrrrda de la sociedad humana se me pega y no sale ni con agua ardiendo.

No, no me gustas. Y si te hago caso es porque como máximo vamos a tener una amistad. No, no eres importante en mi vida y no voy a planificar mi día en torno a tus horarios para que te lo pases pipa hablando conmigo.







No, no tienes derecho alguno a enfadarte porque no pueda hablar por estar en clase. No tienes derecho alguno a exigir mi atención durante toda la tarde. No voy a sacrificar el tiempo libre que me queda en el maldito Facebook para que me cuentes chistes. Y no tienes derecho a enviarme mil mensajes de indignación porque no tengo ganas de aguantar tus riñas idiotas porque ayer no te hablé.

No, no eres mi amiga. Nunca lo has sido. Cuando más lo he necesitado tú te has puesto las manos sobre las orejas y te has puesto a cantar canciones de Melendi. Y ya podía yo hablar sobre lo que me atormentaba, que tu contestación siempre sería sobre lo bien que te lo vas a pasar en el concierto de los chiripitifláuticos o con el retrasado del chico que te mola desde hace 4 años y al que nunca le dices nada.

No, no voy a cargar con tu parte del trabajo. No, no voy a dedicarme a hacerte TU proyecto. No, no tengo ni idea de cómo contactar con ése chaval y lo siento, no voy a irte buscando contactos entre los amigos de mis amigos porque a ti te de vergüenza buscarlo sola. Y por último, no, no soy un saco de boxeo para que me destroces cuando llegas a casa y necesitas quitarte el estrés del día en tu trabajo.

Parece que cuando las cosas tienen que irte mal, te van mal a lo grande.
¡En fin!

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