Empecé a ver claro que él y yo jamás podríamos tener una vida en común cuando puso cara de asco al verme llamar a un gato callejero.
Cuando me pegó un estirón del brazo por intentar tocar a un cachorro de husky, como si su mano fuera una correa y yo su mascota, me sentó como una patada en el culo.
Cuando me mandó super cabreado a ducharme por tocar a mi perro, supe que en esos momentos me daba asco él.
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