Estoy hasta el kiwi de la gente posesiva.
Y más cuando no les he dado razones para pensarse que soy de su propiedad. Que si ya me gustan poco estas cosas en pareja, y se me hacen cuesta arriba de soportar, imagina cuando es una persona que realmente ni te va ni te viene.
Cuando yo era un bebé rosa cándido y gorrrrdo que flotaba en el limbo con esos angelotes cursis de los cuadros, los dioses decidieron qué superpoderes dar a cada no-nato. Y yo, que estaría pensando en gatitos, o en mis rollos, o en pedos musicales, llegaría tarde. Y me quedó ese fantástico don que es atraer a perturbados y locos con un imán.
Famoso es el momento anecdótico en el que me dejé raptar por una desequilibrada mental, también aquél otro en el que un fugado de un psiquiátrico me preguntó si entraba en una farmacia a robarle medicinas (que se las había dejado, pobre), y también aquel vecino raro que me seguía por la calle. Pero si solo fueran estas nada-atemorizantes anécdotas, no importaría. Lo chungo es que parece que la mieeerrrrda de la sociedad humana se me pega y no sale ni con agua ardiendo.
No, no me gustas. Y si te hago caso es porque como máximo vamos a tener una amistad. No, no eres importante en mi vida y no voy a planificar mi día en torno a tus horarios para que te lo pases pipa hablando conmigo.
No, no tienes derecho alguno a enfadarte porque no pueda hablar por estar en clase. No tienes derecho alguno a exigir mi atención durante toda la tarde. No voy a sacrificar el tiempo libre que me queda en el maldito Facebook para que me cuentes chistes. Y no tienes derecho a enviarme mil mensajes de indignación porque no tengo ganas de aguantar tus riñas idiotas porque ayer no te hablé.
No, no eres mi amiga. Nunca lo has sido. Cuando más lo he necesitado tú te has puesto las manos sobre las orejas y te has puesto a cantar canciones de Melendi. Y ya podía yo hablar sobre lo que me atormentaba, que tu contestación siempre sería sobre lo bien que te lo vas a pasar en el concierto de los chiripitifláuticos o con el retrasado del chico que te mola desde hace 4 años y al que nunca le dices nada.
No, no voy a cargar con tu parte del trabajo. No, no voy a dedicarme a hacerte TU proyecto. No, no tengo ni idea de cómo contactar con ése chaval y lo siento, no voy a irte buscando contactos entre los amigos de mis amigos porque a ti te de vergüenza buscarlo sola. Y por último, no, no soy un saco de boxeo para que me destroces cuando llegas a casa y necesitas quitarte el estrés del día en tu trabajo.
Parece que cuando las cosas tienen que irte mal, te van mal a lo grande.
¡En fin!
martes, 31 de enero de 2012
martes, 24 de enero de 2012
La pintan calva.
La suerte es como el Tour de Francia, lo esperas todo el año y luego pasa rápido.
Las oportunidades hay que atraparlas deprisa, sin dudar.
domingo, 22 de enero de 2012
El futuro
He estado desaparecida con los examenes de la universidad, así que no he tenido tiempo para actualizar... aunque he tenido ideas tanto para este blog como para mi historia idiota. He pasado bastante tiempo agobiadísima, sin dormir por las noches, de puro estrés. No sé por qué, no me centraba, me ponía a imaginar cómo va a ser mi vida y cómo me gustaría que fuera.
Me da miedo no conseguir ser feliz. Tengo muchas esperanzas puestas en el futuro, tengo muchos sueños por los que he de luchar, tengo mil cosas que aprender, que ver, que hacer, antes de morirme. Son tantas que no sé por dónde empezar. En primer lugar, respiro hondo y pienso en viajar: Nueva Zelanda, Egipto, China, India, Irlanda, Escocia, Brasil, Tailandia, México, Noruega. Quiero recorrer el mundo y empaparme de conocimientos sobre todos esos lugares, sobre sus culturas. Inmortalizar el momento haciendo mil fotografías, que enmarcaré y pondré por todas partes. Quiero sentirme libre e ir donde me lleve el viento.
Y me gustaría dedicarme a algo que me apasionara, y aprender cosas inútiles pero que enriquecen, e ingresar en Bellas Artes, hacer algún curso de buceo, e irme a pasear en silencio por el bosque y sorprenderme con el olor a tierra mojada y a árbol, y sentarme en el suelo y cerrar los ojos para oír a los pájaros hacer ruido a mi alrededor, y reconocer los cantos distintos de cada uno. Y soñar que vivo allí como si fuera una elfilla.
También me gustaría independizarme, decorar la casa con mis dibujos y fotos de la gente que quiero, y que vinieran mis amig@s a ayudarme a pintar. Y ver pelis todos juntos en el salón, quizá con un proyector. Y leer mil libros, y escribir mis propias historias, y aprender a pintar al óleo. Cantar/desafinar mis canciones favoritas de Mägo de Oz, Saratoga, Avalanch, Warcry a toda voz en la ducha, sin preocuparme de asesinos imaginarios fruto de ver tantas pelis de terror. Incluso perder el miedo a los zombis, y quedarme horas asomada a la ventana viendo las estrellas... ojalá pueda vivir en un pueblo pequeñito, diminuto, rodeado de monte, desde el que se vea bien el cielo y la luna.
Pero lo que más me preocupa, y eso me hace sentir idiota, es encontrar a alguien con quien compartir todo esto. No sé, un chico con el que compartir estas cosas... que además sea mi mejor amigo y mi compañero. Al que le pueda contar todas las tonterías que se me pasan por la cabeza sin que se ría de lo utópica que soy. Que comparta conmigo estas cosas, que tenga capacidad de emocionarse, y que tenga sus propios sueños. Me gustaría tener a mi lado a un chico que me apoyara a seguir adelante a por mis ilusiones, y yo ayudarle a conseguir las suyas. Alguien por quien sentir esas mariposas en el estómago, alguien que me quite este absurdo miedo a quedarme sola para siempre.
Alguien que sepa la diferencia de tener pareja y poseerla, y que no tenga celos tontos de las cosas, y que no se empeñe en encerrarme en una jaula en la que no quiero ni puedo estar. Que vea mejor la relación de dos gatos salvajes, que están juntos porque ellos quieren, que lo insano de la dependencia. Una buena persona con la que hablar de todo, y que ame la naturaleza, y le gusten los animales. Que disfrute con las pequeñas cosas tanto como yo. Y que sea muy activo sexualmente... Que me haga reír, y que cuando algo le pase pueda acudir a mí a contármelo. Sentir que alguien me necesita.
Pero tengo la sensación de que el chico del que estoy enamorada no existe, y estoy muy cansada de conocer sapos e intentar cosas viendo que... que no tienen sueños, que no puedes hablar de nada, que son posesivos, o... no sé. Realmente, no sé si hay alguien ahí fuera para mí.
Y ya vale.
Que me pongo tontorrona y me entran ganas de llorar.
Me da miedo no conseguir ser feliz. Tengo muchas esperanzas puestas en el futuro, tengo muchos sueños por los que he de luchar, tengo mil cosas que aprender, que ver, que hacer, antes de morirme. Son tantas que no sé por dónde empezar. En primer lugar, respiro hondo y pienso en viajar: Nueva Zelanda, Egipto, China, India, Irlanda, Escocia, Brasil, Tailandia, México, Noruega. Quiero recorrer el mundo y empaparme de conocimientos sobre todos esos lugares, sobre sus culturas. Inmortalizar el momento haciendo mil fotografías, que enmarcaré y pondré por todas partes. Quiero sentirme libre e ir donde me lleve el viento.
Y me gustaría dedicarme a algo que me apasionara, y aprender cosas inútiles pero que enriquecen, e ingresar en Bellas Artes, hacer algún curso de buceo, e irme a pasear en silencio por el bosque y sorprenderme con el olor a tierra mojada y a árbol, y sentarme en el suelo y cerrar los ojos para oír a los pájaros hacer ruido a mi alrededor, y reconocer los cantos distintos de cada uno. Y soñar que vivo allí como si fuera una elfilla.
También me gustaría independizarme, decorar la casa con mis dibujos y fotos de la gente que quiero, y que vinieran mis amig@s a ayudarme a pintar. Y ver pelis todos juntos en el salón, quizá con un proyector. Y leer mil libros, y escribir mis propias historias, y aprender a pintar al óleo. Cantar/desafinar mis canciones favoritas de Mägo de Oz, Saratoga, Avalanch, Warcry a toda voz en la ducha, sin preocuparme de asesinos imaginarios fruto de ver tantas pelis de terror. Incluso perder el miedo a los zombis, y quedarme horas asomada a la ventana viendo las estrellas... ojalá pueda vivir en un pueblo pequeñito, diminuto, rodeado de monte, desde el que se vea bien el cielo y la luna.
Pero lo que más me preocupa, y eso me hace sentir idiota, es encontrar a alguien con quien compartir todo esto. No sé, un chico con el que compartir estas cosas... que además sea mi mejor amigo y mi compañero. Al que le pueda contar todas las tonterías que se me pasan por la cabeza sin que se ría de lo utópica que soy. Que comparta conmigo estas cosas, que tenga capacidad de emocionarse, y que tenga sus propios sueños. Me gustaría tener a mi lado a un chico que me apoyara a seguir adelante a por mis ilusiones, y yo ayudarle a conseguir las suyas. Alguien por quien sentir esas mariposas en el estómago, alguien que me quite este absurdo miedo a quedarme sola para siempre.
Alguien que sepa la diferencia de tener pareja y poseerla, y que no tenga celos tontos de las cosas, y que no se empeñe en encerrarme en una jaula en la que no quiero ni puedo estar. Que vea mejor la relación de dos gatos salvajes, que están juntos porque ellos quieren, que lo insano de la dependencia. Una buena persona con la que hablar de todo, y que ame la naturaleza, y le gusten los animales. Que disfrute con las pequeñas cosas tanto como yo. Y que sea muy activo sexualmente... Que me haga reír, y que cuando algo le pase pueda acudir a mí a contármelo. Sentir que alguien me necesita.
Pero tengo la sensación de que el chico del que estoy enamorada no existe, y estoy muy cansada de conocer sapos e intentar cosas viendo que... que no tienen sueños, que no puedes hablar de nada, que son posesivos, o... no sé. Realmente, no sé si hay alguien ahí fuera para mí.
Y ya vale.
Que me pongo tontorrona y me entran ganas de llorar.
sábado, 21 de enero de 2012
Sal con una chica que no lee
Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.
Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.
Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.
Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.
Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida. Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee, conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo.
- Charles Warnke
Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.
Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.
Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.
Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida. Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee, conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo.
- Charles Warnke
jueves, 12 de enero de 2012
Cosicas que me dan penica (I)
La banda sonora de Harry Potter me hace llorar. Sí, sí, me caen las lagrimitas sin que pueda evitarlo, me da como congoja... es como si me estuvieran retorciendo el alma. Y dejo de ponerme en plan drama-queen. YA.
A mí me encanta Harry Potter.
Supongo que cada persona tiene su saga de pelis, o de libros, o su serie, con la que ha crecido. Como los Goonies, o Star Wars, o Los Cinco. Esa a la que le tienes un cariño especial que no sabes ni por qué. Bueno, sí que lo sabes...
Para mí, poner en palabras el por qué ese amor tan ciego por la saga de la Rowling es un imposible, un lío del tamaño de Hagrid. Al terminar de leerme el último libro me di cuenta de que todo había terminado... de que esa obra que conocí con 10 u 11 años, ese mundo de luces y de sombras, de comida que aparece mágicamente en la mesa, de criaturas fantásticas, de escobas voladoras y deportes que nunca podría haber imaginado, se habían acabado para siempre.
1. Exalta la amistad: ahora se llevan libros de amor tonto, cuyo mensaje principal es lo importante que es tener novio, o saber si le gustas a tu novio, o qué hacer con tu novio, o cómo encontrar un novio... Lo que sea. Rowling nos deja en Harry Potter una alegoría a la amistad, a la paciencia, a ese otro tipo de amor tan importante. Cada personaje es único, un ser independiente del resto, con unas ideas propias, no depende de los demás para ser feliz. Toman sus propias decisiones pero deciden permanecer juntos, porque los une un lazo muy fuerte.
2. La superación: Harry Potter trata, principalmente, de luchar por lo que uno quiere y no rendirse hasta conseguirlo, siempre haciendo lo correcto y conociéndose a uno mismo. Fortalecerse para seguir adelante y pasar por encima de lo que tememos. Conseguir nuestras metas y aceptar los fracasos. Viendo las películas no se advierte demasiado porque solo se queda en las aventuras, pero en los libros... esto tiene un papel muy importante y unas reflexiones que a veces te pueden poner los pelos de punta.
3. Una mitología e historia propias: Entre las cosas que valoro en un relato, y más si es de fantasía, es que el autor se haya tomado la molestia de innovar y trabajar para que su mundo sea denso y profundo. Además ha creado un bestiario, basado en los seres mitológicos de todas las culturas, y además ha creado otros nuevos. No sólo eso, sino que se ha encargado de inventar usos para cada una de sus partes, hechizos mágicos, pociones con propiedades maravillosas y un telón histórico que viene desde la Edad Media.
4. Aventuras increíbles: Todo lo que sucede en torno a Harry, todos los detalles que te llevan a algo cada vez mayor, a desentrañar un misterio que se va gestando desde los primeros capítulos y va dejando pistas para el lector, que van creándote una idea en la cabeza pero al final todo se desmonta. Está llena de sorpresas, de enigmas y momentos mágicos. Nada queda al azar, todo acaba deslizándonos al desenlace.
5. Un mundo fascinante: Rowling lo hace desde el primer momento, inventando todo un escenario temporal y físico donde enclavar sus personajes. No se limita a crear su propio planeta (la solución más fácil) donde todo es posible, sino que lo hace convivir con el nuestro, con Londres, con Inglaterra. Con la vida de nosotros, los pobres muggles. Ante nuestros ojos pasan escenarios maravillosos y llenos de magia: Hogwarts, el Callejón Diagon, la mansión de los Black, Hogsmeade... Personalmente en mí tiene la capacidad de despertar esa inocencia y capacidad de sorpresa de la infancia, donde todo brilla y me emociona por pequeño que sea. Lo mismo le pasa a Potter, para quien todo el mundo mágico es nuevo. Y esa sorpresa del prota se te transmite...
6. Ironía inglesa: el humor que tiene esta saga me encanta. Hay descripciones, diálogos o pensamientos que hacen reír... tiene una ironía británica y muy fina, huyendo del típico caca-culo-pedo-pis y chorradas varias. La verdad es que me lo paso pipa leyendo esta serie.
7. Personajes que son obras maestras: otra de las cualidades que admiro de esta escritora es la capacidad de modelar a cada personaje con un mimo, con una minuciosidad... a mí Harry nunca me ha parecido el colmo de la diversión, aunque tengo que releerme la saga entera ahora que soy más mayorcita para ver si sigo opinando lo mismo. Pero Hermione, Luna, Neville, Hagrid, la profesora Trelawney, Dumbledore, Snape, Ron... todos tienen algo propio, una personalidad que los hace únicos y que dan un juego tremendo. Cada uno tiene unas manías y unos objetivos en su vida, unas características que salen a flote al relacionarse con el resto. Me encanta.
8. El amor lo puede todo: y no esa clase de amor romántico tan explotado, sino el Amor con mayúsculas. El que une a todos los personajes con una telaraña de sentimientos encontrados.
9. Nos ha convertido en adultos: Y es que empecé a leerlas en primaria, y no pude parar. He evolucionado junto con Harry y sus amigos, he ido viviendo con ellos sus dilemas, sus problemas... Los personajes cambian con el lector, evolucionan de niños a adultos delante de tus ojos. Creo que esto también ha marcado a la generación Harry Potter, porque te ves reflejado en ellos como si fuera un espejo. Y desearías estar allí, en cualquier Casa de Hogwarts...
10. Nos ha dado la capacidad de soñar: y esto lo destaco a lo grande.
Y no creo que sea una saga para niños, nos gusta tanto a mi padre como a mí. Los primeros libros sí tenían un estilo más infantil (aunque no tanto como las películas) aunque encantador, porque estaban dirigidos a niños... pero con el tercero da un salto a la adolescencia, y finalmente los personajes se convierten en adultos. Por eso es una novela que va avanzando no sólo en el tiempo sino conforme avanza su lector.
Ahora los jovencitos lo critican mucho, supongo que porque no lo han leído, y porque ahora su novela de referencia generacional es esa de la Meyer... pobres.
sábado, 7 de enero de 2012
El apio
Mamá: Hija ya estoy aquí. Mira, tu padre me ha acompañado y me he comprado un móvil que se llama "Gálasi". ¿A que es bonito así en blanco? Hace juego con el salón, es que ahora se lleva el blanco. El blanco roto más, pero no había...
Loba: sí, mamá, es muy bonito. Mola.
Loba: sí, mamá, es muy bonito. Mola.
Mamá: Me quería comprar el apio pero tu padre no quiere, que es muy caro.
Loba: ¿qué?Mamá: El apio, hija, ése móvil tan chulo que tiene mi amiga Maria Jesús. Mira que no te enteras, ¿eh?
Loba: ... Mamá: ¿Qué?
Loba: I-phone, mamá. I-phone.
A mi yo de 15 años:
Primero, te aseguro que ella no es tu amiga. En serio, ella y las otras chicas de ese grupo de tontas en quienes confías ciegamente van a meterte la mayor puñalada trapera de aquí hasta los 22 años (que es donde estoy ahora). Se van a valer de tu primer desengaño para destruirte. Te va a doler muchísimo, así que mi consejo es que intentes hundir fuerte los pies en la tierra porque a partir de ahora toda tu vida se va a torcer.
Te vas a quedar tan rota por dentro (y tan sola) que vas a agarrarte a un clavo ardiendo: y te vas a quemar aún más. Conocerás al Innombrable en un botellón (lo que debería hacerte una idea de cómo va a ser vuestra historia), y no te gustará. Pero cuando ellas te claven el puñal él volverá a ti para “apoyarte”… y tu, como una tonta, te dejarás engañar. Eres joven e inocente, y aunque tu gran amiga desde los 3 años y todo tu grupo te hayan destrozado, seguirás creyendo en las personas. Aún hoy, casi siete años después, sigues teniendo ésa confianza en las relaciones, y es mágico que no la hayas perdido. Es un gran don, así que aprovéchalo con más cuidado.
Pequeña, ése barriobajero que piensas que es el Amor-de-Tu-Vida es un maltratador que se va a dedicar a sembrar en ti el miedo, la angustia y el odio. Al principio no te darás ni cuenta, pero conforme vaya atrapándote en su red irá manipulándote y matándote por dentro, destruyéndote como si fuera una termita en la madera. Llegará un momento en el que creas que tu vida ya no tiene sentido, llorarás todos los días y dormirás sobre una almohada de lágrimas, tendrás miedo a hablar, creerás que eres idiota (al final él te reconocerá que te trata así porque te tiene envidia). Y cuando te haya corroído hasta los cimientos, intentará someterte a la fuerza. Con lo que él no cuenta es con que, aunque estás rota, sigues siendo fuerte: le devolverás el golpe… y eso me llena de orgullo. Entonces lo dejarás. ¡Ya era hora!
Claro, que no te librarás de él tan fácilmente: te acosará por la calle, te perseguirá con el coche, te espiará, se buscará un trabajo al lado de tu casa. Pero tú estás a salvo, solo tienes que ser más lista (lo cual no te resultará difícil). Y en cuanto te des cuenta, habrás salido de esa pesadilla. Pero siempre tendrás cicatrices. ¡Ah! Prepárate para una sesión de bullying en clase, aunque siempre hayas caído bien a la gente, entrarán gilipollas que olerán tu dolor y se van a dedicar a joderte. Como te has quedado sin amigas, nadie saldrá en tu defensa… aunque después de clase recibirás algún que otro abrazo de gente que ni siquiera habías pensado. Bien, sé que seguirás con la cabeza alta aunque por dentro te duela todo. Y te queda nada para salir de ese maldito colegio.
No te preocupes por eso, que ahora todo va a mejorar. Sigue esforzándote con tus estudios, porque siempre has podido y este curso no será menos. Vas a pasarlo mal en bachillerato, pero verás cómo en cuanto superes ese bache emocional todo irá bien. El selectivo te va a ir INCREÍBLEMENTE bien, vas a subir muchos puntos de media que habían quedado bajos en bachiller, y podrás entrar donde quieras… solo que no vas a hacerlo. Conoces a tu madre, ya sabes cómo es.
Acabarás entrando en periodismo. Sí, adiós a tus sueños de biología o Bellas Artes, te decantarás por una carrera que te defraudará desde el primer día. No cuentes con el apoyo de la familia para buscar lo que te hace feliz: en cuanto insinúes que no estás contenta, se armará la gorda. Y lo siento, niña, pero vas a acabar ésa carrera que no te convence, y de la que no te gusta ni tu futuro trabajo.
Pero no pasa nada, tendrás otros aspectos de tu vida que te irán bien. Te harás fuerte y valiente. Te apuntarás a esgrima medieval, y a montar a caballo. Viajarás a Cuba, a Malta, y te aprenderás a defender sola (y a disfrutar con ello). Te convertirás en una Friki de los videojuegos, eres divertida y la gente te quiere… aunque creas que hay un muro entre ellos y tú. Lo siento, seguirás sintiéndote como una pieza de puzzle que no encaja. Ya arreglaremos eso. Leerás Canción de Hielo y fuego ¡y te encantará!, ya lo verás. Y serás una especie de mezcla entre Arya y Dany, como te dice la gente.
Lo intentarás con otros chicos, y más de una vez. Superarás tu miedo a acercarte a las personas, pero en el fondo siempre serás un poco cierva. Lamento decirte que ésas historias de amor no saldrán del todo bien, no va a llenarte ninguna y te vas a sentir fatal por esto…porque estos chicos son buenos, pero inmaduros y te harán sufrir un poco. Y tú ya no quieres sufrir más, a estas alturas de la vida ya no tienes paciencia para aguantar. Te quieres a ti misma y eso es lo importante. Además, nunca perderás la esperanza de encontrar a alguien bueno para ti, y a los 22 años seguirás esperando con fe en que, algún día, llegará ese chico especial que te hará sentir mariposas en el estómago. Porque esa es otra, pequeña, nunca te has enamorado...
Compraréis a Dante, un perrazo negro super guapo y enorme. Lo querrás un montón y él a ti, es un pedazo de pan hiperactivo. Ya te sientas tristona, sola, contenta o agobiada, Dante te acompañará y te traerá la pelota para que te alegres. Incluso querrá compartir su comida contigo!! Ya ves, es tu angelote perruno.
Bueno… Podría decirte muchas cosas sobre tu futuro… pero creo que para llegar a ser como eres con 22 años tienes que aprender. Es duro, pero el dolor te enseña. Tienes mucho por vivir, mucho por sentir, mucho por ver. Y vas a ser una gran tía.
Te deseo lo mejor, pequeña.
Cuídate mucho…
miércoles, 4 de enero de 2012
Cosas que no soporto (1)
- la gente que habla mientras estoy viendo una película
- los listos y prepotentes
- la gente que fuma donde no se debe, y te deja apestando el pelo y la ropa
- los celos idiotas
- los racistas, machistas y retrógrados en general
- el color rosa. Empalaga.
- los que se escandalizan, te miran raro y te juzgan por hablar de sexo ¡Madurad!
- toda la ropa con estampados de leopardo.
- los mosquitos
- que las chicas de los libros/pelis sean debiluchas. Las mataría a patadas.
- que ellas siempre sean vírgenes y ellos ya lo habían hecho antes. Asco. Machismo.
- los tíos que no apuntan y dejan regalito en la tapa del water
- los que se creen que tienen la verdad sentada al hombro
- los canis, chonis y gente chunga en general
- que me pique la nariz cuando no puedo rascarme
- las faltas de ortografía
- que la grapadora no tenga grapas cuando la necesitas
- las conversaciones forzadas
- la gente cerrada que se cree con derecho a imponer sus ideas
- que se me queme la pizza
- los listos y prepotentes
- la gente que fuma donde no se debe, y te deja apestando el pelo y la ropa
- los celos idiotas
- los racistas, machistas y retrógrados en general
- el color rosa. Empalaga.
- los que se escandalizan, te miran raro y te juzgan por hablar de sexo ¡Madurad!
- toda la ropa con estampados de leopardo.
- los mosquitos
- que las chicas de los libros/pelis sean debiluchas. Las mataría a patadas.
- que ellas siempre sean vírgenes y ellos ya lo habían hecho antes. Asco. Machismo.
- los tíos que no apuntan y dejan regalito en la tapa del water
- los que se creen que tienen la verdad sentada al hombro
- los canis, chonis y gente chunga en general
- que me pique la nariz cuando no puedo rascarme
- las faltas de ortografía
- que la grapadora no tenga grapas cuando la necesitas
- las conversaciones forzadas
- la gente cerrada que se cree con derecho a imponer sus ideas
- que se me queme la pizza
lista de regalos de reyes que no van a llegarme
En mi familia siempre hemos sido mucho de Reyes Magos, pero cuando descubrí el pastel se jodió bastante la cosa. Ya no solo la ilusión, sino que mi madre decidió que total, que como la nena ya ha descubierto la verdad, vamos a regalarle lo primero que se nos ocurra. Total, si no le va a hacer ilusión, ¿para qué comerse la cabeza? Y si no es eso, es que en mi casa no me quieren, porque... joder.
Desde entonces mis regalos han sido estilo: calcetines, zapatillas de estar por casa (horribles por cierto), una bufanda, una boina... la clase de regalos que al abrirlos te llevas un chafón del quince. Creo que, por muy mal que suene, la vez que más me decepcioné fue el año pasado: odio llevar relojes desde siempre, no me gusta desde que me compraron el primero en la comunión, nunca me los pongo y más cuando son estilo abuela-facha. Pues ese fue mi regalo, y encima como no pude fingir entusiasmo se armó una bronca. Otro regalo que recuerdo fue una bolsita ... que llevaba 20 euros. La de mi primo llevaba 60. (madre, no entiendo tu indirecta...)
Esto viene de siempre: cuando era pequeña me harté de pedir un disfraz de león, o de pirata, o de caballero para ir a los cumples de mis amigos... y ella me compraba de hada, de princesa, de ratita presumida, de bailarina, de cenicienta, de flor... vamos, las cosas más rosas y con más purpurina que veía. Creo que disfruta con el sufrimiento ajeno. Y de nada servía llorar diciendo "no voy a ir a la fiesta de estooo! me da vergüenza! no quieroooo!" e intentando arrancarme los gorros y los volantes... "Sube al coche, que menudo disgusto me estás dando. Que vas muy guapa, que eres más tonta... Y, ¡ay de tí como rompas el tutú! Te quedas sin Reyes".
Mi madre siempre ha sido muy de "regalo lo que a mí me gusta" y pasa olímpicamente de los gustos de los demás. Que no lo digo yo, ojo, que fue mi padre el que lo dijo al ver mi cara de decepción. Sé que suena a reacción de niña pequeña, pero dan hasta ganas de llorar a veces... que yo me rebano los sesos para hacerle detalles que le molen y no se salgan de mi economía, y llegas, te da unos calcetines, y te da el ataquito. Con lo fácil que soy yo de regalar, que me contento con todo.
Bueno, y como de nada sirven estas quejas tontas, pues voy a hacerme una diminuta lista de lo que me molaría que trajeran los Reyes:
1. El Darksiders
Llevo mucho tiempo mirándolo con deseo y curiosidad en la Fnac, esperando que baje de precio. Molaría tenerlo en casa para después de mis maravillosos exámenes. Me haría gran ilusión.
2. Un estuche de colores de los buenos
Me encanta pintar, aunque últimamente no lo hago mucho... con la carrera no tengo demasiado tiempo libre para dedicarme a lo que mola de verdad. Eso sí, en cuanto acabe, me meto a Bellas Artes que siempre ha sido mi vocación.
3. Un silloncito para mi cuarto
Lo vi en "CASA", no encuentro foto... era una mezcla de telas con muchísimo colorido, y quedaría guay. Llevo 3 años queriéndome decorar mi habitación y a este paso me voy de casa antes de llevarlo a cabo.
4. "Muerte de la luz" de George RR Martin
Siempre que lo he visto me faltaba dinero para comprarlo, y cuando tenía dinero no lo encontraba. Tengo ganas de leer algo que me guste... éste es una crítica al racismo y clasismo, me han comentado, pero es de Ciencia Ficción. ¡Y a mí me da agorafobia el espacio!
5. Un calendario de Alphonse Mucha para colgar en mi cuarto
Me encanta este tío, y el trazo y tal. En una de las paredes ya tengo El Beso de Klimt, y me falta algo de éste hombre.
Y supongo que ya está... aunque el regalo más grande que me podrían hacer los Reyes Magos de Oriente sería aprobar todos los examenes. Y como no me ponga a estudiar de nuevo, lo único que me traerán serán calabazas
Desde entonces mis regalos han sido estilo: calcetines, zapatillas de estar por casa (horribles por cierto), una bufanda, una boina... la clase de regalos que al abrirlos te llevas un chafón del quince. Creo que, por muy mal que suene, la vez que más me decepcioné fue el año pasado: odio llevar relojes desde siempre, no me gusta desde que me compraron el primero en la comunión, nunca me los pongo y más cuando son estilo abuela-facha. Pues ese fue mi regalo, y encima como no pude fingir entusiasmo se armó una bronca. Otro regalo que recuerdo fue una bolsita ... que llevaba 20 euros. La de mi primo llevaba 60. (madre, no entiendo tu indirecta...)
Esto viene de siempre: cuando era pequeña me harté de pedir un disfraz de león, o de pirata, o de caballero para ir a los cumples de mis amigos... y ella me compraba de hada, de princesa, de ratita presumida, de bailarina, de cenicienta, de flor... vamos, las cosas más rosas y con más purpurina que veía. Creo que disfruta con el sufrimiento ajeno. Y de nada servía llorar diciendo "no voy a ir a la fiesta de estooo! me da vergüenza! no quieroooo!" e intentando arrancarme los gorros y los volantes... "Sube al coche, que menudo disgusto me estás dando. Que vas muy guapa, que eres más tonta... Y, ¡ay de tí como rompas el tutú! Te quedas sin Reyes".
Mi madre siempre ha sido muy de "regalo lo que a mí me gusta" y pasa olímpicamente de los gustos de los demás. Que no lo digo yo, ojo, que fue mi padre el que lo dijo al ver mi cara de decepción. Sé que suena a reacción de niña pequeña, pero dan hasta ganas de llorar a veces... que yo me rebano los sesos para hacerle detalles que le molen y no se salgan de mi economía, y llegas, te da unos calcetines, y te da el ataquito. Con lo fácil que soy yo de regalar, que me contento con todo.
Bueno, y como de nada sirven estas quejas tontas, pues voy a hacerme una diminuta lista de lo que me molaría que trajeran los Reyes:
1. El Darksiders
Llevo mucho tiempo mirándolo con deseo y curiosidad en la Fnac, esperando que baje de precio. Molaría tenerlo en casa para después de mis maravillosos exámenes. Me haría gran ilusión.
2. Un estuche de colores de los buenos
Me encanta pintar, aunque últimamente no lo hago mucho... con la carrera no tengo demasiado tiempo libre para dedicarme a lo que mola de verdad. Eso sí, en cuanto acabe, me meto a Bellas Artes que siempre ha sido mi vocación.
3. Un silloncito para mi cuarto
Lo vi en "CASA", no encuentro foto... era una mezcla de telas con muchísimo colorido, y quedaría guay. Llevo 3 años queriéndome decorar mi habitación y a este paso me voy de casa antes de llevarlo a cabo.
4. "Muerte de la luz" de George RR Martin
Siempre que lo he visto me faltaba dinero para comprarlo, y cuando tenía dinero no lo encontraba. Tengo ganas de leer algo que me guste... éste es una crítica al racismo y clasismo, me han comentado, pero es de Ciencia Ficción. ¡Y a mí me da agorafobia el espacio!
5. Un calendario de Alphonse Mucha para colgar en mi cuarto
Me encanta este tío, y el trazo y tal. En una de las paredes ya tengo El Beso de Klimt, y me falta algo de éste hombre.
Y supongo que ya está... aunque el regalo más grande que me podrían hacer los Reyes Magos de Oriente sería aprobar todos los examenes. Y como no me ponga a estudiar de nuevo, lo único que me traerán serán calabazas
martes, 3 de enero de 2012
Nochevieja de la muerte
Este año, por unas cosas o por otras, me pensaba que iba a quedarme sola en la última noche del año. ¡Pero me liaron! (y menos mal, porque reconozco que el WoW me acunaría en sus dulces y virtuales brazos... y eso queda así como feo).
Mi compañera, llamémosla Osa, me invitó a cenar con ella y con su novio, y con otra pareja a la que no conocía. Como el plan que tenía pensado se fue al garete hacía unos pocos días, acepté aún sabiendo que iba a estar haciendo de Lumiere durante la velada. Pero jopé, ya me perdí mi propio cumpleaños (ya contaré eso en alguna entrada, porque da para hablar de ello) y no iba a quedarme encerrada también el 31 de diciembre.
La verdad es que cuando bebí un poco amenicé la velada hablando de The Big Bang Theory y de Juego de Tronos, incluso de El Señor de los Anillos. Me lo pasé bien porque resulta que a ellos también les molaban estas cosas. Cabe destacar que uno de los chicos (el novio de la desconocida) era como si lo hubiera diseñado Tim Burton: alto, espigado, con unas ojeras interminables bajo los ojos más negros y de perro pachón del mundo... vamos, como Vincent Malloy. Y yo me reía "por el vinarro" cuando su novia decía que su peli favorita era la de la Novia Cadáver. Ay, mujer cruel. Eso sí, eso sí, eran muy majos los dos y me cayeron muy bien =)
Después de las uvas y del ridículo de la tía vestida de torero, acompañada por José Mota, empezó a llegar muchísima gente. Nos reunimos como veinte personas allí, incluído mi gran amigo Papaya, con el que estuve de risas toda la noche. Nos meamos de risa con todos, hablando borrachos de El Señor de los Anillos, Potter, Ned Stark, escenificando 300... cosas de las que no debería hablar una tía con unos taconarros monísimos de la muerte y un vestido bien sessi.Que eso descoloca a la peña. Estuvimos jugando al Rosco, ese juego del infierno, y seguimos bebiendo hasta que despuntó el alba.
Un tal Mario -que me recordaba a Drácula por el pelo que llevaba, así muy peinado, y su barba de chivo- se pasó la noche dándole la tabarra a una servidora. Pero yo estoy cerrada emocionalmente, y paso de rollos, y por mucho que beba (para su desgracia) jamás pierdo el control. Esque me daba hasta pereza que me tirara los trastos, como hastío. Eso es que tengo tan claro que no quiero nada con nadie que hasta mi propio cuerpo me manda señales.
El tal Mario resultó ser un juez de personalidades parecido a Tyrion Lannister, y me escaneó (más o menos) pero con mucho acierto. Incluso dio en el clavo en cuestiones muuuy muuuy personales relacionadas a los lados más íntimos de mi personalidad. Lo sabía, este tío era Drácula y lee la mente. Pero aún así, no me iba a dejar chupar la sangre. No, ni para un ratito. Que no está el horno para bollos y no quiero que se me quemen los dulces.
Al final, sobre las 8 de la mañana, nos fuimos a dormir. Yo iba a dormir con Papaya (que es gay y le tengo tanta confianza que dejaría que me pusiera el pijama), y no sé aún cómo, pero el tal Mario se nos acopló. Que no quedaban más camas, decía. ¡Menudo, el tío espabilao!
Y ahí nos vemos, los tres en una cama de matrimonio. Papaya, borracho, tirándole los tejos a Drácula, y Drácula tirándoselos a la Loba. Y entre ellos el ambiente se estaba caldeando, porque por lo visto el vampirillo estaba empezando a dudar si era bisexual y le seguía el juego a mi amigo. Y no habían más camas. Y yo tensa, pensando en que me iba a tocar dormir en la caseta del perro. ¡Con el puto frío que hacía me veía en el jardín!
Y va y... dicen que estaría bien hacer un trío.
Llamadme niña, inocente y gallina. Pero aunque alguna vez haya fantaseado con eso (que todos tenemos nuestras cosillas), creo que estas cosas son como mirar al abismo: que cuando lo miras, te devuelve la mirada. Nononono. Yo no quiero comeduras de tarro, que no os digo que no seáis atractivos (Papaya, no me lo puedo creer!!) pero que no. Gracias por pensar en mí, pero no me veo preparada para dar este paso. La verdad es que... joder, echo de menos el sexo, pero no tanto como para atreverme a saltar del avión sin paracaídas ni nada.
Así pues, seguí el resto de la madrugada charlando como si nada, haciendo caso omiso a las sutiles insinuaciones y rezando para que sus respectivas borracheras no los empujasen a frungir como conejos delante de mí y yo me viera exiliada a dormir en Mongolia. Frontera con Frigidonia.Y hasta que se durmieron no caí sopa yo, que estaba agotada.
Y encima hablé en sueños y los desperté, me lo contaron al día siguiente. Decía: "Papaya, esto no lo grabes, ¿eh? Que de esto la prensa no debe saber nada". A saber mi mente lo que estaría divagando, para mí que mi subconsciente ya estaba preparado para el escarnio público de nuestra lividinosa-no-acción. Y ellos venga la risa.
(joder, lo que no me pase a mí...)
Vamos, y encima... encima es que ninguno es mi tipo. Esque... es que...
.... ¡Encima, mi tipo es un Guerrero bárbaro melenudo!
¿Dónde voy yo a encontrar yo un Conan? ¿o un Khal Drogo? Desde luego en las fiestas de la Osa no, allí solo hay seres timburtonianos, vamprios cuasi seductores y amigos borrachos que dicen cosas que jamás te esperarías... pero de las que me reiré cuando salgan en la conversación a plena luz del día. Tengo recochineo para rato.
Ay, señor, llévame pronto.
Mi compañera, llamémosla Osa, me invitó a cenar con ella y con su novio, y con otra pareja a la que no conocía. Como el plan que tenía pensado se fue al garete hacía unos pocos días, acepté aún sabiendo que iba a estar haciendo de Lumiere durante la velada. Pero jopé, ya me perdí mi propio cumpleaños (ya contaré eso en alguna entrada, porque da para hablar de ello) y no iba a quedarme encerrada también el 31 de diciembre.
(menudas coreografías que me monto,
me quedan bonicas bonicas)
La verdad es que cuando bebí un poco amenicé la velada hablando de The Big Bang Theory y de Juego de Tronos, incluso de El Señor de los Anillos. Me lo pasé bien porque resulta que a ellos también les molaban estas cosas. Cabe destacar que uno de los chicos (el novio de la desconocida) era como si lo hubiera diseñado Tim Burton: alto, espigado, con unas ojeras interminables bajo los ojos más negros y de perro pachón del mundo... vamos, como Vincent Malloy. Y yo me reía "por el vinarro" cuando su novia decía que su peli favorita era la de la Novia Cadáver. Ay, mujer cruel. Eso sí, eso sí, eran muy majos los dos y me cayeron muy bien =)
Después de las uvas y del ridículo de la tía vestida de torero, acompañada por José Mota, empezó a llegar muchísima gente. Nos reunimos como veinte personas allí, incluído mi gran amigo Papaya, con el que estuve de risas toda la noche. Nos meamos de risa con todos, hablando borrachos de El Señor de los Anillos, Potter, Ned Stark, escenificando 300... cosas de las que no debería hablar una tía con unos taconarros monísimos de la muerte y un vestido bien sessi.Que eso descoloca a la peña. Estuvimos jugando al Rosco, ese juego del infierno, y seguimos bebiendo hasta que despuntó el alba.
Un tal Mario -que me recordaba a Drácula por el pelo que llevaba, así muy peinado, y su barba de chivo- se pasó la noche dándole la tabarra a una servidora. Pero yo estoy cerrada emocionalmente, y paso de rollos, y por mucho que beba (para su desgracia) jamás pierdo el control. Esque me daba hasta pereza que me tirara los trastos, como hastío. Eso es que tengo tan claro que no quiero nada con nadie que hasta mi propio cuerpo me manda señales.
El tal Mario resultó ser un juez de personalidades parecido a Tyrion Lannister, y me escaneó (más o menos) pero con mucho acierto. Incluso dio en el clavo en cuestiones muuuy muuuy personales relacionadas a los lados más íntimos de mi personalidad. Lo sabía, este tío era Drácula y lee la mente. Pero aún así, no me iba a dejar chupar la sangre. No, ni para un ratito. Que no está el horno para bollos y no quiero que se me quemen los dulces.
Al final, sobre las 8 de la mañana, nos fuimos a dormir. Yo iba a dormir con Papaya (que es gay y le tengo tanta confianza que dejaría que me pusiera el pijama), y no sé aún cómo, pero el tal Mario se nos acopló. Que no quedaban más camas, decía. ¡Menudo, el tío espabilao!
Y ahí nos vemos, los tres en una cama de matrimonio. Papaya, borracho, tirándole los tejos a Drácula, y Drácula tirándoselos a la Loba. Y entre ellos el ambiente se estaba caldeando, porque por lo visto el vampirillo estaba empezando a dudar si era bisexual y le seguía el juego a mi amigo. Y no habían más camas. Y yo tensa, pensando en que me iba a tocar dormir en la caseta del perro. ¡Con el puto frío que hacía me veía en el jardín!
Y va y... dicen que estaría bien hacer un trío.
¡¿Que qué?!
Llamadme niña, inocente y gallina. Pero aunque alguna vez haya fantaseado con eso (que todos tenemos nuestras cosillas), creo que estas cosas son como mirar al abismo: que cuando lo miras, te devuelve la mirada. Nononono. Yo no quiero comeduras de tarro, que no os digo que no seáis atractivos (Papaya, no me lo puedo creer!!) pero que no. Gracias por pensar en mí, pero no me veo preparada para dar este paso. La verdad es que... joder, echo de menos el sexo, pero no tanto como para atreverme a saltar del avión sin paracaídas ni nada.
Así pues, seguí el resto de la madrugada charlando como si nada, haciendo caso omiso a las sutiles insinuaciones y rezando para que sus respectivas borracheras no los empujasen a frungir como conejos delante de mí y yo me viera exiliada a dormir en Mongolia. Frontera con Frigidonia.Y hasta que se durmieron no caí sopa yo, que estaba agotada.
Y encima hablé en sueños y los desperté, me lo contaron al día siguiente. Decía: "Papaya, esto no lo grabes, ¿eh? Que de esto la prensa no debe saber nada". A saber mi mente lo que estaría divagando, para mí que mi subconsciente ya estaba preparado para el escarnio público de nuestra lividinosa-no-acción. Y ellos venga la risa.
(joder, lo que no me pase a mí...)
Vamos, y encima... encima es que ninguno es mi tipo. Esque... es que...
.... ¡Encima, mi tipo es un Guerrero bárbaro melenudo!
¿Dónde voy yo a encontrar yo un Conan? ¿o un Khal Drogo? Desde luego en las fiestas de la Osa no, allí solo hay seres timburtonianos, vamprios cuasi seductores y amigos borrachos que dicen cosas que jamás te esperarías... pero de las que me reiré cuando salgan en la conversación a plena luz del día. Tengo recochineo para rato.
Ay, señor, llévame pronto.
lunes, 2 de enero de 2012
Razones
Empecé a ver claro que él y yo jamás podríamos tener una vida en común cuando puso cara de asco al verme llamar a un gato callejero.
Cuando me pegó un estirón del brazo por intentar tocar a un cachorro de husky, como si su mano fuera una correa y yo su mascota, me sentó como una patada en el culo.
Cuando me mandó super cabreado a ducharme por tocar a mi perro, supe que en esos momentos me daba asco él.
Cuando me pegó un estirón del brazo por intentar tocar a un cachorro de husky, como si su mano fuera una correa y yo su mascota, me sentó como una patada en el culo.
Cuando me mandó super cabreado a ducharme por tocar a mi perro, supe que en esos momentos me daba asco él.
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