1. Los chistes: aunque soy simpática y comunicativa, y no tengo ningún problema al relacionarme con los demás, lo de contar chistes ME PUEDE. A lo mejor empiezo con toda la energía del mundo, pero cuando siento la atención de los demás recayendo en mi persona, me convierto en tortuga: vamos, que me siento como si se me metiera la cabeza dentro del caparazón, me repliego dentro de mí misma, y el chiste se apaga y se convierte en un hilo de voz tembloroso que por supuesto no me hace gracia ni a mí.
2. El deporte: cuántas horas de sufrimiento en clase de gimnasia de pequeña. El profesor no tenía otra cosa que hacer que ponernos a correr en torno al campo de fútbol, y mi antiguo yo tenía asma. Total, acababa en el suelo sin poder respirar, a punto de desmayarme. Que sí, que me ahogaba mogollón. Y cuando se me empezó a pasar el asma, tenía pitos al tomar y expulsar el aire. Esto se traducía en que no me esforzaba ni me gustaba el ejercicio, y por supuesto era la última en ser elegida en los deportes de grupo.
3. Fingir que me importa lo que me cuentas: aunque no quiera ser maleducada, aunque no quiera que te enteres de que no tengo interés en lo que me estás diciendo, aunque quiera ocultar que no estoy escuchando... a mí se me nota. Vamos, eso creo. Se me ve en la cara, la mirada se me pierde y mis respuestas pasan a ser comodín ("sí, claro", "pues tienes razón", "vaya"...), con un tono monocorde de robot. Mi mente pasa a ser poseída por un mono con platillos.
4. Recordar fechas: me sé cuatro. Mi cumpleaños, el de mi padre, el de mi vecina y el de Chicombre. Los tres primeros porque son el mismo mes que el mío y muy cercanos entre sí. El de Chicombre porque se forma cambiando de orden las cifras del mío. Y ya. La gente suele enfadarse porque no recuerdo sus cumpleaños ni sus santos ni nada, así que ¡bendito facebook que te lo recuerda! Eso sí, como haya alguno que haya puesto una fecha falsa para ver quién se acuerda (rollo "voy a ver quién me quiere de verdad de la buena") pincho seguro. Habrá que andarse con ojo.
5. Los nombres: mi cerebro borra automáticamente los nombres de la gente nueva. En serio, es que se presentan y es como que oigo Klingon. O me caes muy bien, o me molas mogollón, o me caes fatal para que me aprenda cómo te llamaron tus padres. La otra opción es que seas muy plasta. Y créeme, necesitas serlo mucho para que se me quede tu cara y tu nombre.
6. Los shooters: esos videojuegos de pistolas. No puedo. Si el destino de la humanidad dependiera de que yo matara un bichocon los mandos de la play, UNO SOLO, nos extinguiríamos.
7. Olvidar una ofensa: no soy una santa ni quiero serlo. Es muy difícil enfadarme, pero cuando se me toca las narices no hay vuelta atrás. Puedo ser bastante radical en este aspecto: una vez exploto es casi imposible que se me pase... y ése estado puede durar años. En cuanto pongo la cruz a alguien se acabó lo que se daba, normalmente para siempre.
8. Las discusiones: las odio con toda mi alma y soy horrible discutiendo. No me gustan los malos tonos. Me hacen sentir fatal los gritos y los comentarios hirientes. Luego me siento culpable, cuando nadie me ve lloro y me deprimo. Eso sí, si me importa un carajo la otra persona, y me toca mucho los ovarios, soy la primera en pegar un corte aunque luego sienta que no tengo derecho a atacar a nadie. Las cosas de una educación basada en el autoescarnio.
9. Las multiplicaciones: si os digo que no me sé las tablas de multiplicar y entré a la universidad sin sabérmelas...
10. Ser constante: yo soy más de las que esperan a que la providencia, la inspiración, el destino o Harry Potter se me aparezcan y me indiquen que es hora de ponerse a currar. Soy horrible organizando mi tiempo, por ejemplo en los estudios. Como sé que tonta no soy y que me aprendo las cosas leyéndolas un par de veces, me confío... y patapám. Dos días antes estoy aprendiéndome una asignatura entera de 15 temas. Lo curioso es que no suelo suspender. Eso sí, cuando hay una asignatura que me aterroriza bien que empiezo con dos semanas de antelación.
No es para tanto, al fin y al cabo la constancia está sobrevalorada, que te guste el deporte va en contra del instinto de supervivencia, y... ¿a alguien le gusta realmente discutir?. Lo de las multiplicaciones me ha dolido un poco más, es que soy muy de ciencias... XD.
ResponderEliminar¡Ya me hubiera gustado a mí tener interés por las mates! No sé si fue a causa de una mala base educativa, pero la verdad es que en mi clase siempre se nos dio mal a casi todos. Eso sí, lo suplo con mucho interés en Ciencias Naturales y biología... que me encanta.
Eliminar