domingo, 4 de marzo de 2012

¿Qué es para tí...?



Mucha gente me pregunta por qué me gusta la música heavy. Creen que no encajo con su imagen prediseñada de lo que debería ser un heavy. Que piden que les dibujen a una persona escuchando metal y "jamás dibujarían a una tía rubia, de cara angelical y sonriente cuyo color favorito es el verde". Dicen que es mucho ruido, mucha tralla, que es difícil de escuchar...

PATRAÑAS.

Desde luego no lo he pensado demasiado, sólo creo que es algo que se lleva dentro, muy dentro, en el corazón. Quizá nací con estos gustos, o fueron agentes externos de opresión, de miedo, de desesperanza, los que me hicieron un día escuchar una guitarra o un grito agudo, y despertar en mí el coraje necesario para rebelarme, para quererme, para aprender a escuchar. A lo mejor estoy equivocada, pero lo sentí así. Yo no he tenido amigos heavys ni he compartido música con nadie. No he tenido un grupo de colegas que me aconsejaran qué escuchar. Sé que un día, por casualidad, descubrí Manowar. Y no he podido alejarme del Powermetal desde entonces.

El heavy metal, para mí, es un sinónimo de libertad, de fuerza, rebeldía utópica. Es amor puro por el sonido, por la vida que me han dado, por el latir de un corazón. Es la búsqueda del sentido de mi propia existencia guiándome por mi propio código, es la Verdad expuesta a lo bruto. Es el sonido que me hace sentir valiente cuando tengo miedo, es volver atrás en el tiempo a una era donde los ideales podían cumplirse, donde seguía vivo el Honor. Es huir hacia adelante, disfrutar del camino, transformarse en un caballo que galopa. Es sentir esa hermandad con quienes vistieron el negro, es sonreír con lágrimas en los ojos ante un solo de guitarra, es sentirse protegido por un sentimiento común de pasión, de amor ígneo, duro, metálico. Es sentirme poderosa gracias a una batería. Es creer en una misma, en valores que han perecido. Es saberse segura en un mundo lleno de horror, es alzar al cielo una espada y desafiar a un dios que intenta aplastarme.

Puede que esto que acabo de escribir sean gilipolleces sin sentido. Posiblemente dentro de unos días lo releeré y sentiré vergüenza por exponerme de este modo. Pero yo lo siento así, siento cómo este poderoso sonido me llena de fuego y de pasión. De compasión también. De pureza, de transigencia, de tranquilidad. Me siento acompañada y fuerte, y tengo la certeza de que hay alguien más ahí fuera que siente lo mismo que yo cuando creo que estoy sola y expuesta al dolor. Me llena de coraje para afrontar lo que llegue.

Puede que sea una estupidez, puede que cualquiera encuentre esto mismo con cualquier otro estilo de música. A mí no me importa, no tengo la necesidad de juzgar a nadie ni de que me juzguen. Yo disfruto bailando Shakira con las amigas, muevo los brazos como una poseída cuando ponen música house, me río cantando Lady Gaga, y escucho Lilly Allen cuando me da la vena, no me cierro en oír solo un estilo.

Pero mi alma siempre va a responder a la llemada de una guitarra poderosa, una batería contundente, una voz desgarrada que cante sobre la libertad, el sexo, el amor, el sufrimiento del mundo. Si me hablan de lo épico, lo perdido, lo olvidado. Y se me caen las lágrimas, y me dan ganas de levantar la mano sacando cuernos. Y sonrío.




Cosas que me hace sentir la música. Y tal.

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